El teatro es un espejo de la sociedad
Entrevista de Regina Limo* al elenco de Electra
Publicado: 15 de agosto 2019
Los actores suelen tomar de insumo la experiencia de sus propias vidas y, en este caso en especial, sobre todo porque alude a la situación de Venezuela. ¿Cómo les ha tocado esta experiencia de venir a Perú y que les propongan este montaje de Electra en este momento?
Morelis Rodríguez: Tengo un año aquí en Lima y cuando vi la convocatoria que nada más era para actores venezolanos dije: “Bueno, voy a intentarlo”. Toda mi vida he hecho teatro, y aquí en Perú hice cosas que nunca había hecho, como vender comida o café en la calle, pero ahora me siento orgullosa de haberlas hecho porque me hicieron crecer como persona. Pero llegó un momento en que me sentía estancada y vi la convocatoria de La Plaza. Me iba a ir a Chile a hacer un montaje pero hice el casting de La Plaza y a la semana me llama Alejandro (Clavier) y me dice: “Tú eres Electra, vamos a hacerlo”. Todo pasó en mi mente como una película: cuando vendía café en la calle llorando, cuando pasé la frontera a pie con mi maleta. Dejé mi país cuando mi nombre empezó a sonar en el teatro, no sabía si afuera lo iba a hacer y se me dio esta oportunidad con La Plaza, que es una de las mejores vitrinas teatrales del Perú, y la responsabilidad tan grande de hacer de Electra en Electra, en el extranjero, y que la obra represente a tu país con un elenco venezolano, y con Alejandra (Guerra). Nunca había trabajado con un actor extranjero. Y qué bonito haberla conocido y qué bonito este elenco. Te puedo decir que en este momento Electra es todo por lo que quiero seguir trabajando.
Johan Escalante: Tengo casi cinco años viviendo en Perú y por tener más oportunidades laborales fui adoptando el dejo limeño, y me adapté al ritmo de vida de Lima como si fuera un limeño más. Pero esta oportunidad de participar en Electra, donde tengo que hacer de venezolano, fue como reencontrarme con mi venezolanidad, retomar mi acento, compartir con gente de Venezuela que llevan más o menos tiempo que yo acá. No siempre tienes la oportunidad de compartir tan frecuentemente con gente de tu tierra y lo que más me atrapó de este proyecto es justamente eso: retomar otra vez mis raíces.
Roselyn Sosa: Electra ha sido como un renacer. Cuando salió la convocatoria, apenas tenía seis meses en Lima. No tenía ni teléfono celular en ese momento. Hice las audiciones y quedar seleccionada fue una gran sorpresa para mí. Hacía años que no hacía teatro porque en Venezuela es difícil ejercer lo que uno estudió. Esta oportunidad ha sido un milagro y una grata sorpresa. No me imaginaba que volvería a hacer teatro acá. Además, hemos explorado nuestras propias vivencias para el montaje y ha sido muy enriquecedor. Alejandro es abierto a escucharnos para modificar o improvisar. Ya no podemos esperar. Estamos ansiosos por enfrentarnos al público y estoy muy agradecida por la oportunidad.
Jesús Sosa: Tener que mudarse de país y comenzar de nuevo, darte a conocer para que te llamen, para trabajar así sea gratis, era algo desconocido para mí. No sabía por dónde empezar. Y esta convocatoria exclusiva para venezolanos me llamó mucho la atención. El proceso de audición fue muy rico. El planteamiento de Electra es una reflexión sobre las pasiones, los movimientos humanos, sus consecuencias. Todo este trabajo de investigación y los distintos sitios por los que hemos transitado han sido un proceso muy interesante.
Ricardo Ospino: Cuando salí de mi país sabía que venía a una ciudad diferente y no iba a ser como en Venezuela, donde sólo trabajaba en teatro, en diferentes facetas, pero en teatro. Y dije: “Voy a trabajar en lo que la ciudad me permita”. Me tocaba aprender cosas nuevas y cuando salió la convocatoria dije: “Bueno, voy a intentarlo”. Llegó en un momento en que me sentía asfixiado porque me faltaba el oxígeno del teatro. Fue un cásting de tres meses, en que íbamos haciendo pruebas. Llegamos a diciembre con un laboratorio y conocí a personas súper geniales, con mucha trayectoria y experiencia. Ha sido un aprendizaje, una montaña rusa de emociones y también de creer en lo que uno puede, es capaz de hacer o dar. Ha sido un trabajo completamente diferente. No había un texto escrito al principio. Hubo un planteamiento original de Jano (Clavier) y de eso hemos ido improvisando, rescatando las cosas valiosas, aportando entre todos.
Alejandra Guerra: Hablar desde mi lado es distinto. Ya tenía planificado mi año y me dije que ya no podía hacer más teatro porque me sobrepasa, pero cuando me llama Jano y me habla sobre el proyecto, me pareció atractivo e interesante regresar a La Plaza; además, cada vez estoy más interesada en el trabajo de creación. Por otra parte, en este proyecto había cinco actores venezolanos y representar yo al otro lado me pareció demasiado atractivo para no hacerlo. Trabajar con gente que no conozco o con un director con el que tampoco he trabajado es una experiencia revitalizadora y que me da perspectiva sobre las cosas de las que nos quejamos. Así deberían ser todos los procesos teatrales, conocer nuevas historias y hacer nuevas relaciones con el teatro. Eso ha sido muy enriquecedor para mí.
Alejandra, estás interpretando una experiencia que en cierto modo te es ajena como es la realidad venezolana. ¿Cómo estás entrando en este proceso?
AG: A partir de las historias hemos empezado una especie de laboratorio: cada uno ha contado su historia y también ha descrito sus puntos de vista de una manera muy orgánica. Este tipo de dinámicas nos ayudan también a que Jano nos conozca y escriba a partir de ahí, nutriéndose de nosotros para hacer la dramaturgia. Entonces, para mí, casi también es como irme a otro país, y eso me da otra óptica, porque a veces uno también se queja y después se da cuenta de todas las oportunidades que tiene. Escuchar esas historias me da una sensación de revaloración sobre mi propio trabajo.
¿Qué esperan que el público se lleve de esta puesta?
MR: Solamente el hecho de que estos actores venezolanos representen esta pieza en un teatro en Lima ya dice mucho para que tengan otra visión del venezolano. Lamentablemente hay muchas personas que han venido a hacer cosas ilícitas al país. Entonces que el público vea este granito de arena que aportamos, que somos trabajadores, profesionales y estamos aportando cultura. Aparte del mensaje de la obra sobre la situación del país y de contar la historia de Electra, queremos que nos miren actuar. Y así el público ve que el actor es como el venezolano de la calle que le vende café o le vende la camisa en la tienda, es el que lo saluda desde su vehículo. O sea, que nos den la bienvenida al país, porque así como nosotros hay muchos. Esto es Venezuela: somos gente alegre, trabajadora, “echa pa’ lante”, con humor. No vinimos a quitarte tu trabajo, lo estamos compartiendo. Entonces, si La Plaza, que es un teatro muy reconocido, nos da la oportunidad de estar aquí, conócenos. Esto es lo que somos.
RO: Electra habla de una familia y hay muchos puntos espejo dentro de cada familia. Va a ser lindo que cada espectador pueda ver algo de su familia, de su propia realidad en esta familia que, si bien es de nacionalidad venezolana, refleja a muchas familias para que el espectador pueda identificarse.
RS: Comparto lo que dice Ricardo: el teatro es como un espejo de la sociedad para que el público se vea reflejado ahí y no sólo en la tragedia y en la dinámica familiar sino también en nuestras historias, porque creo que todos hemos sido migrantes en algún momento. Todos tenemos a alguien en nuestra familia que ha migrado hasta dentro del mismo país, se ha movilizado de una ciudad a otra, y que vean que le puede pasar a cualquiera de nosotros, a cualquier país, en cualquier momento, y que nadie está lejos de eso, sino que más bien son movimientos sociales que se pueden repetir y que nos afectan a todos.
AG: Es un activador de memoria para los peruanos también. Los que tenemos cierta cantidad de años podemos recordar lo que sucedió de la misma forma en nuestro país. El movimiento migratorio lo podemos tener, pero a veces uno olvida, sobre todo ahora que la gente está en esta especie de nube de supuesta bonanza, que tampoco es real.
JS: En la obra están planteados esos paralelismos. Eso que se evidencia en movimientos humanos: las emociones, las semejanzas entre peruanos y venezolanos, las diferencias. Los va a nutrir indudablemente. Ese puente en dirección Perú-Venezuela que comenzó en los ochenta ahora es al revés. Creo que es muy interesante culturalmente. Somos personas que trabajamos en el arte y la cultura. Es muy enriquecedor un elenco mixto.
JE: Una de las cosas más hermosas de nuestra propuesta es que el público peruano va a tener la oportunidad de vivir un día en la vida de un venezolano que está de fiesta y ser testigo de cómo es nuestra energía cerebral, cómo nos relacionamos. Más allá de la actitud de cada quien, siempre hay una cosa como de algarabía, la energía caribeña de “los llaneros” cómo nos llaman acá. Y, por otro lado, en el segundo acto de la obra van a ver un poco de la energía del venezolano en los momentos de desolación, de inquietud e incertidumbre, de las cosas negativas que nos abordan también, y eso puede ayudar a que los peruanos conecten más todavía con la esencia del venezolano que está en la calle todos los días.
RO: Una de las cosas maravillosas es que Electra no fue escrita en Venezuela, ni siquiera para América Latina, sino que fue escrita hace muchísimos años y, sin embargo, puede retratar a una familia venezolana de hoy, que al final es una familia latina y que puede ser una familia peruana. Yo creo que esa es la invitación para verla: ¿Cómo cabe esta Electra acá y por qué?
JS: Todo mito debe ser alimentado para que siga siendo mito.
* Dramaturgista de La Plaza