INTERPRETAR A YERMA
LA: ¿Qué tal el ensayo de hoy?
Creo que desde la lectura no tenía el galope del caballo tan a flor de piel porque simplemente, por cosas de horarios y cosas que hay que chambear de movimiento, coreografías, hemos estado fraccionadísimos, en mucho desorden, ¿no? Cual cine. Y, entonces, claro, para sentir este Lorca ayuda mucho seguirlo casi como un caballo de carrera… ¡Pero es un caballo que está uffffff! Y para eso hay que ir escena tras escena, verso con verso, bailarlo. Para mí ha sido, por ese lado, riquísimo.
Por otro lado, mis primeras pasadas, pues, son traumáticas. Fue como sacar cita con el psicoterapeuta de inmediato. Siento que sigo un viaje, es la primera vez que hago el viaje de Yerma, tampoco falta tanto. En dos semanas estamos haciendo la primera exposición de este viaje entre la intensidad de lo que pasas por dentro y la intensidad de las exigencias que uno tiene como actor. Es traumático, es como no saber por dónde has pisado porque has estado así, pisando huevos en cada escena. Además te tienes que ir ya casi como en función…
Teníamos la idea de usar una planta. Hemos hablado de la planta que nace, que crece, que es un símbolo más, y hoy, día, antes de la pasada, hemos decidido con Nishme sacarla. Las acciones que había con la planta durante cada escena eran muchas. Entonces tenemos que resolver, ¿no? Ya no hay planta. Entonces, ¿dónde está la fuerza? ¿Dónde entraría la actividad? Por un lado, ha servido porque me he concentrado más en mí misma, en el viaje de ella misma. En esta mujer, la curva es bien clara: no puedes hacer la escena en que matas al marido cuando, justo un ratito antes, has ensayado “ay, hijo mío, ¿cuándo vas a venir?”.
He terminado mareada. Eso pasa, pues, que terminas con dolor de cabeza, no sabes bien por dónde has viajado, por dónde has estado. No sé qué está bien, no sé qué está mal. Yo, a veces, digo a mis alumnos que hay un punto en el que los actores somos ciegos por más que estudiemos, pensemos. A veces ves algún punto de referencia, a veces no, te pierdes y das vuelta en el mismo sitio. Bueno, es parte del encanto de nuestro viaje, ¿no?
O: ¿Cómo ha sido el no romantizar esa maternidad que nunca llega? Siendo la maternidad en esta sociedad muy romantizada, en la obra es cualquier cosa menos romántica, termina siendo destructiva.
Claro, es destructiva por cómo acaba. Pero, además, incita a algo que uno va descubriendo en cada letra, en cada imagen –porque eso te da Lorca-, que uno va descifrando del texto: ella no está encandilada por la maternidad. Quiere tener un hijo, y tener un hijo no es tener un ramo de rosas. Que el pecho esté agrietado y que te duela, eso es parte de la maternidad, ¿no? Tanto, que hasta a mí me da miedo ser madre. Pensé que más bien iba a ser como el ser o no ser de la maternidad. El Hamlet de la maternidad. Y, más bien, Yerma, como mujer, se ha preparado, sabe que la maternidad es ácida. Yerma lo sabe y, sin embargo, lo quiere. Lorca te ayuda a no dorar la píldora. No plantea una mujer que dice: “ay qué bonito, quiero hacer agú agú con mi bebé y ponerle blonditas”. No, no te lo plantea así. Te plantea una mujer que ya sabe que va a sangrar. Hay un texto en el que dice: “aunque yo supiera que mi viejo me va a jalar de los pelos… y me va a martirizar, lo recibiría con gusto”. Entonces, creo que Lorca te ayuda. Ahora, sí es interesante lo que me dices porque, en general, está dorada la píldora de la maternidad, y yo supongo que eso es en gran parte por el patriarcado, ¿no? Ser mujer es tener hijos…Y también puedo haber caído en eso en algún momento, cuando biológicamente tuve el impulso de ser madre. No lo idealizo, al contrario, tal vez es algo que me ha asustado desde siempre, mucho, por la carga.
O: Hablas del dolor. ¿Cómo sientes que Yerma está conectada al dolor y, para ti, cómo ha sido este proceso de conexión con el dolor para representar a Yerma?
Siento que Yerma es muy inteligente, pero también es muy corporal y apasionada. Creo que más de dos veces dice: “este dolor ya no está en mi carne”. Ya es algo que está colocado en distintas zonas. Entonces, sí, tal vez, justamente estoy hablando mucho del dolor porque siento que ella está todo el tiempo plantada al dolor. Lo está viviendo, lo está asumiendo, se hace cargo de su dolor. Pero lo que es increíble es que, a pesar, de que sabe que puede doler tener un hijo, sabe que dolerá más no tenerlo, y no para de luchar. No me parece un personaje triste, es un personaje que más bien lucha, lucha y lucha hasta quemar el último cartucho para tener la posibilidad de que eso suceda. Es resiliente.
O: Entonces, ¿el dolor es parte de su proyecto de vida?
El dolor de la maternidad, de ser madre, lo asume porque sabe que la gratificación es mayor. Está segura de eso. Ella siente que lo necesita, creo que hasta físicamente. Creo que ella no asume que el dolor está fuera de la vida. Es consciente de los dolores tanto de ser madre como de no ser madre. Le parece más doloroso no serlo, pero sabe que su vida es dolor, que la vida es dolor. No es una persona ingenua, solo que lucha para conseguir lo que quiere.
O: Me narras a Yerma como alguien que no está desconectada del mundo, sino que tiene una completa conciencia del rol del dolor en la vida, independientemente de la maternidad. Entonces es alguien consciente de la vida y que, por decisión, elige eso. Asumir la vida como esta dualidad.
Exacto, y creo que -sabiendo que la maternidad también tiene esa dualidad- elige vivir, es apasionada…Te confieso que al principio me acerqué mucho a mí. Gracias a Alberto Diesel –desde que he sido su jefe de prácticas, sus asistente-, generé el amor por Lorca. Después me tocó hacer La Casa de Bernarda Alba,con Coco Guerra. Hice Adela. Hay algo que me resuena mucho en Lorca. Pero iba a algo bien concreto. Cuando Nishme me dijo para hacer Yerma, yo estaba enferma. Me acuerdo que le dije: “Ay, qué maravilla, sí, lo haré de todas maneras”. Cada uno tiene sus rollos, o cada mujer tiene un rollo con la maternidad, ¿no? El hombre lo tendrá con la paternidad, qué se yo. Yo tengo un rollo y me dije: “¡qué loco que me toque trabajar esto! Si uno lee literalmente, la obra trata sobre la maternidad, pero la segunda línea de lectura habla sobre la erotización… Para mí Yerma está erotizada, quiere vivir. Y claro, en un contexto como el de 1934, que solo tiene como mirada para la mujer casarse, su única puerta para la vida es la maternidad, en un momento dice: “los hombres tienen otras cosas, el ganado, la agricultura…”. Si ella tuviese todo eso, tal vez se dedicaría a algo más que a remendar ropa toda su vida. Hay una rebelión en ella que no tiene que ver solo con querer ser madre, sino querer ser más, y sueño cosas que mi hijo va a ser, con la trascendencia. Entonces, para mí, lo que persigue ella, no es solamente la maternidad, sino la libertad que la maternidad le da en esta cárcel en la que vive: es la puerta a la libertad, es la puerta al eros, a la vida, a respirar. Si no, es morirse en una casa.
LA: Es como Sor Inés de la Cruz quizás, ser monja para ser libre.
¡Exacto! Tal cual. Para poder volar a través de eso, yo siento que en ella, lo que representa este hijo, es una puerta a no estar amarrada a un hombre y remendar ropa y que eso sea su vida. El hijo le abre un mundo para crecer.
LA: Inevitable ahondar un poco en cómo te toca esto a un nivel personal.
¿La libertad o la maternidad? (risas) Justamente creo que lo loco es que yo pensé que, de pronto, iba a trabajar profundamente conmigo el tema de la maternidad, que es algo que me ronda. Que era una oportunidad, un momento para ahondar en la sensación de la maternidad o del duelo de no ser madre a los 44 años. Pensé que iba a movilizar todo eso, que volvería a terapia. Sin embargo, me ha dado más fuerza, más ganas de comerme al mundo. Entonces, creo que eso es lo que me ha inoculado Yerma. Independiente de tener un hijo o no, no quiero estar amarrada, quiero tomarme un vino de verano si me da la gana. Tengo una necesidad de sentir mi libertad. Y creo que cuando uno está en estos procesos sales y… a ver, pues… No creo en esas cosas de que te vuelves el personaje todo el día. Eso es extremo. Pero si vives algo, te confrontas, estás todo el día ahí metida con este mundo, entonces sales y ves el árbol de otra manera, las ramas de otra manera…
En ese sentido, me ha trastocado, me ha movido muchísimo, además de la maternidad, el tema de la creación. Es como que veo y digo: dónde es que yo siento que mi vida, mi eros, crece, dónde es que crece más. Siento que, tal vez, más bien, me lleva más a algo tánatico que no me hace feliz, ¿no? En el ámbito de la creación, como que lo estoy empezando a ver más claro.
LA: ¿El teatro cura?
Yo siento, personalmente, que el teatro me ha salvado la vida. El teatro me cura cuando puedo elaborar lo que hago en el teatro, no creo que el teatro sea la terapia. Creo que hago catarsis. Me obliga a no esconder las cosas que están, me ayuda a tratarlas. Me dice acá están, ¿no? Acá están. Quizás alivie en la medida que sea un proceso sano, bueno, que yo pueda elaborarlo después. Si no lo elaboro también me podría hacer mierda, ¿me dejo entender? No creo que el teatro sana porque sana. El teatro me ha salvado porque me ha hecho conectarme a los dieciséis años con la vida, pero luego hay que hacer más cosas para curarse. Elaborar o meditar o lo que sea para que todo eso se asiente.
O: Creo que algunas lecturas que se hacen es que la maternidad es la prisión de Yerma, pero, a la vez, por lo que me comentas, es su mecanismo para ser libre.
Mira, yo lo he leído como una aspiración de libertad. Creo que no entenderlo también de esa manera, con toda humildad, es como leer el cuadro de una loca obsesiva que la caga porque no tiene una criatura.
*Dramaturgista de La Plaza